Cómo un aristócrata y un ingeniero dieron vida a una leyenda
Rolls Royce debe el nombre a Charles Stuart Rolls, un aristócrata británico apasionado por la competición que fue uno de los pilotos de coches más famosos de su época, y por supuesto, al reputado ingeniero y diseñador de automóviles inglés llamado Frederick Henry Royce.
En los primeros años del siglo XX, Charles Rolls, desafiando los prejuicios de su clase social, abrió en Londres un concesionario de automóviles franceses, adentrándose así en el mundo de los negocios del motor. Rolls supo ver que había un gran mercado por explotar en el sector de los coches de lujo y se asoció con el prestigioso ingeniero Royce para crear el coche inglés más lujoso de aquellos tiempos.
La perfección existe y se llama Rolls-Royce
El primer prototipo de Rolls-Royce salió a la luz por primera vez en la Exposición del Automóvil de 1904, luciendo ya una característica parrilla en el radiador que haría los coches de esta marca, únicos y diferentes del resto. Este coche fue construido de forma artesanal y destacaba por la suavidad de su conducción, fruto de la obsesión de Royce por la perfección de los detalles. Su creador solía decir que los “pequeños pensamientos hacen la perfección, pero la perfección no es un pequeño pensamiento”.
Pero la consagración de la firma automovilística llegaría con el popular modelo Silver Ghost – Fantasma de Plata – que la prestigiosa revista Autocar proclamaría como “el mejor coche del mundo” en 1907. Los Rolls-Royce serían desde entonces símbolo de distinción en todo el mundo y contarían con una clientela formada por reyes, príncipes y magnates.
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